viernes, 12 de diciembre de 2014

Un día cualquiera

Hay días que uno debe rescatar y compartir. Y ayer fue uno de ellos.
- Ayer fui por primera vez a la oficina del paro. Sólo quería informarme.
Sin entrar en detalles, 4 años y pico de trabajo ININTERRUMPIDO me daba derecho a 8 meses recibiendo 700-500 euros brutos según temporalidad. Primera patada en el estómago, no para mí (que soy una “niña mimada” que tengo para vivir bien un tiempo curioso gracias a mi familia, ahorros, etc.), sino para cualquier mujer de mi edad que haya tenido unos medios limitados, normales. La segunda patada, la que me dejó fuera de juego, vino con la pregunta: ¿Tienes hijos?...Las milésimas de segundo que pasaron mientras pronunciaba el NO encerraron la siguiente reflexión: “Si tuviera hijos, después de lo que me has dicho que voy a recibir para subsistir, ¿crees que no estaría ahora estrangulándote?” Me imaginaba como madre, saltando esa mesita tan limpia y ordenada, y rompiéndole el ordenador en la cabeza, y no sé cuántos actos delictivos más que se me ocurrieron en ese momento. “Gracias a Dios que no tengo hijos, qué suerte la tuya, guapa.”
Para colmo, después de la paliza, puso la guinda diciéndome (con una tensa sonrisa) que, por ser menor de 30 años, tenía ciertas ventajas a la hora de cobrar la prestación si me daba de alta como autónoma (en cuestión de 15 días y presentando una memoria creíble al cabo del mes, porque si no, me la quitaban)...es decir, que si tengo ilusión por montar un negocio, me ayudan a vender mi alma al diablo para arruinar mi vida por completo. Encima te invitan a vivir al límite, in the borderline. Gracias.
- Cuando llegué a casa le dije a mi madre que comprendía, por enésima vez en mi vida, a quien bebe, se droga, enloquece, huye...de hecho, en mi opinión, es la única reacción lógica en medio de tanta confusión. No la comparto, no animo a ello, pero la puedo llegar a comprender mucho mejor que la falta de sangre.
- Luego fui de Triana al centro, y me pidieron dinero 15 veces en mitad de mareas de gente que dice estar pasándolo mal, pero con bolsas en las manos. Cuando me alejaba, algunos me gritaban. Nunca me habían gritado desde lejos para pedirme dinero...mi desazón menguó cuando me percaté de algo nuevo. La mayoría de la gente que pide, estaba hablando con otra gente. Al menos ya nos paramos, hablamos con el otro. Eso es cercanía, y nos hace humanos de nuevo. Algo es algo. Todavía no sabemos educar a nuestros hijos para que no se sientan mal si no hay una oleada de regalos de Navidad. Pero al menos ya dejamos que nos vean hablando con gente que huele a alcohol y a suelo, no porque no quiera ducharse, sino porque en la calle no hay duchas públicas todavía.
- Por la tarde me hablaron de la Amazonia, de que aún existe, a pesar de que está siendo invadida desde hace años por empresas a las que pagamos, esas que llegan, matan personas y ecosistemas, y ponen el huevo en pleno pulmón de la humanidad. Me enteré de que aún quedan pueblos que rechazan la civilización y que hay gente luchando para que permanezcan a salvo en el anonimato. Escuché muchas cosas, y recordé por qué me fascina tanto el ser humano, pese a todo. Por eso me pongo tan rabiosa a veces, porque AÚN no lo aborrezco.
Los que me conocen, saben bien que hace tiempo dejé a un lado los medios de “desinformación”, ya que me da miedo enterarme de las cosas bajo el yugo de la dictadura de la comunicación en la que creo que vivimos. Por ello, intento enterarme de cómo va el mundo preguntando a la gente, básicamente...y así es como vuelvo a toparme con la raíz del problema: vivimos aletargados, y cuando el mundo se haya ido al garete despertaremos preguntándonos ¿qué ha pasado?


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